La civilización del espectáculo/
Mario, Vargas Llosa
- Perú, Alfaguara, 2012.
- 226 p, ; 24 cm.
Metamorfosis de una palabra La civilización del espectáculo Breve discurso sobre la cultura Prohibido prohibir La desaparición del erotismo Cultura política y poder El opio del pueblo
¿cómo se expresa la civilización del espectáculo en diferentes áreas de la vida personal y colectiva? Los ejemplos que pone el autor deberían ponernos a pensar. Enunciemos algunos de ellos. En la actual civilización es normal y casi obligatorio que la cocina y la moda ocupen una buena parte de las secciones dedicadas a la cultura, y que los chefs, modistos y modistas tengan ahora el protagonismo que antes tenían los científicos, los compositores y los filósofos. Las estrellas de la televisión y los futbolistas ejercen sobre las costumbres, los gustos y las modas la influencia que antes tenían los profesores, los pensadores y los teólogos. Los deportes han adquirido una importancia que en el pasado solo tuvieron en la antigua Grecia; la diferencia con nuestra época es que ahora, por lo general, la práctica deportiva se hace a expensas y en lugar del trabajo intelectual (los partidos de fútbol sirven, sobre todo, como los circos romanos, de pretexto y desahogo a lo irracional).
En la política se ha experimentado una banalización acaso tan pronunciada como en la literatura, el cine y las artes plásticas. El político de nuestros días, si quiere conservar su popularidad, está obligado a dar una atención primordial al gesto y a la forma, que importan más que sus valores, convicciones y principios. En el ámbito de la sexualidad, predomina el sexo sin amor y sin imaginación; para muchos, sobre todo las nuevas generaciones, el acto sexual se ha convertido en un deporte o pasatiempo, un quehacer compartido que no tiene más importancia que la gimnasia, el baile o el fútbol. En el periodismo, las noticias pasan a ser importantes o secundarias no tanto por su significación económica, política, cultural y social, sino por su carácter novedoso, sorprendente, insólito, escandaloso y espectacular.
Hay que observar que el ensayo de Vargas Llosa no solo es una crítica a la cultura dominante que privilegia el ingenio sobre la inteligencia, las imágenes sobre las ideas, el humor sobre la gravedad, la banalidad sobre la profundidad, lo frívolo sobre lo serio; sino también es una voz, que parece clamar en el desierto, para que la figura histórica del pensador y el intelectual vuelva a tener vigencia en la configuración de la conciencia colectiva. De este, como productor de alta cultura, se espera que, frente al fanatismo, el fundamentalismo, el dogmatismo y sectarismo de distinto signo, ponga —desde su libertad de espíritu— su dosis de racionalidad, criticidad, creatividad y sensibilidad en los distintos ámbitos de la realidad.