Apología de Sócrates. Critón o El Deber del Ciudadano. / Platón
Tipo de material:
- 8423906396
- 802 P718
Contenido: Critón o El Deber del Ciudadano. Platón.
Platón, el grande y armonioso discípulo de Sócrates, nació en Atenas en el año 428/7 antes de Jesucristo y murió colmado de sabiduría y de vejez en la misma Atenas en el año 347 antes de Jesucristo. Era de familia noble y fue cuidadosamente educado en la poesía y la belleza, hasta que a los veinte años conoció a Sócrates, decidiendo tal encuentro el destino de su vida futura. Durante ocho años vivió junto al filósofo hasta que, quebrantado por el dolor que le produjo la sentencia que acabó con la vida de su maestro, se marchó de Atenas en compañía de otros discí- pulos de Sócrates, refugiándose cerca de Euclides de Megara. Al fin volvió a su ciudad natal, donde en el gimnasio de Eros Academo fundó la escuela denominada Academia, a la que con- currieron discípulos de todas partes. A su muerte se creó el mito de su origen, diciéndose que era hijo de Apolo Deifico. Poeta y filósofo, su pensamiento sistematizado traspasa los siglos, [ siendo el mensaje de un griego esencial y logrando la mayor celebridad para sus Diálogos -profundos, ágiles y chispeantes- y para su monumental República, influyendo en las almas las teorías «platónicas» sobre el amor. La APOLOGÍA DE SÓCRATES que ofrece COLECCIÓN AUSTRAL, que ya tiene acogidos en su catálogo los Diálogos y La República o el Estado, es el libro que el filósofo y discípulo fiel y predilecto dedica a su maestro, haciendo revivir su figura, sus gestos, su voz y sus ciecncias. Ante ese perfecto retrato del Sócrates sereno e inmortal contemplado tantos siglos después, nos parece estar escuchando la magnífica oración con que el hombre befado por Aristófanes y convertido en impopular por los haiagadores de la plebe, no aprovecha ningún efectismo pura ganarse a los jueces y a los jurados, pues él sólo quiere que t resplandezca «la pura verdad». Unido al retrato de Sócrates va CRITÓN O EL DEBER DEL CIUDADANO, el tentador que se presenta a Sócrates para que, ayudado de un disfraz, salve su vida, entablándose un bellísimo diálogo entre el maestro y el discípulo, en que éste se inclina ante la ¡dea de lo justo y lo injusto, que marcan el deber del filósofo
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